lunes, 15 de abril de 2013

La gente del bosque


El miércoles pasado la gente de Aiesec y yo pospusimos un paseo y me quedé sin plan para fin de semana. Por dicha, aquí todo sale medio improvisado. Nicki y Daniela me invitaron a ir con ellas a Sumatra, así que compré el tiquete el mismo día y el viernes nos fuimos para allá.

Volamos a Medan, una ciudad en el norte de la isla. Ahí nuestro guía nos estaba esperando para llevarnos a Bukit Lawang, un pueblo a tres horas del aeropuerto, recomendado por mi Lonely Planet para ver orangutanes.

Thomas, nuestro guía, nos explicó que la palabra “orangután” está en bahasa, y la traducción literal es “la gente del bosque”. Son de la selva de Sumatra y de Borneo, están en peligro de extinción y en el mundo solo se pueden ver aquí.

De camino pasamos unos restaurantes que decían “BBQ B1/B2”  y nos explicó que B1 significa perro y B2 cerdo. Los musulmanes tiene prohibido comerlos, pero él es cristiano, así que come de vez en cuando… Ninguna de las tres supo como reaccionar y solo nos volvimos a ver con cara de asco y shock y creo que él se dio cuenta, porque agregó que solo se comen “los perros feos”….

Bukit Lawang es un pueblito pequeño a la orilla de un río. No se puede llegar hasta el final en carro, tuvimos que caminar y pasar por puentes colgantes para llegar a nuestro hotel, y el único sonido que hay es el del agua. Cambio enorme viniendo de Depok. Lo mejor de todo fueron los precios, en total por las tres, los tres días con hospedaje y todas las comidas pagamos $70.


El sábado a las 7 de la mañana salimos hacia la montaña con Thomas y Rainbow, otro guía. Ahí tienen un centro de rehabilitación de orangutanes, así que algunos aunque son libres y salvajes, están acostumbrados al contacto humano y son bastante amigables. Nos advirtieron que era posible no verlos del todo, todo es cuestión de suerte, y que nos preparamos para el calor, la lluvia y muchos mosquitos.

Tres horas después nos topamos con una, no me la esperaba tan grande. Tenía un bebé y otro hijo un poquito mayor. Pudimos darles de comer.


Después de eso nos topamos con Sandra, uno de los orangutanes que fue liberado ahí por el centro de rehabilitación. Ella sabe que los guías llevan frutas para ella en un bulto, así que apenas vio el mío, trató de quitármelo. Fue muy vacilón, ella jalaba para un lado y yo para el otro, hasta que Rainbow le ofreció una zanahoria y logramos recuperarlo.



Seguimos caminando y Thomas decidió ponerse creativo. Nos desvió del sendero turístico, porque según él, era muy fácil, y nos metió en la selva, literalmente. Llegó un punto donde estábamos escalando la montaña agarrados de las raíces de los árboles. Daniela se cayó y decidimos parar porque ya era demasiado.


Las chicas y Thomas, en nuestro merecido break


Ahí apareció otra orangután con un su bebé y también pudimos acercarnos, e inmediatamente después apareció Jackie con su hijo. Ella es famosa porque es extremadamente social, y según Thomas, no la veían hace como cuatro meses. Apenas nos vio, se bajó del árbol y camino con nosotros en el suelo pidiéndonos comida.







Jackie y familia 

Se quedó con nosotros un rato, jugó con unos palos y con su hijo, revolcándose en el suelo y después encontró un kleenex que algún turista irresponsable dejó botado. Se limpió las manos con él, la cara y el culo, y después lo botó.



Yo se que los orangutanes comparten casi todo nuestro ADN, pero verlo fue impresionante, en serio nos parecemos un montón. 

El tour terminó en la orilla del río, almorzamos ahí (Sumatra es famosa porque la comida es más picante que en el resto de Indonesia, casi me muero) y nos devolvimos en una “balsa” por el río. Ellos la usan todo el tiempo como transporte.


El fin de semana terminó bastante tranquilo y llegué de vuelta a mi casa el domingo a media noche, agotada pero contenta. Estos paseos son los que valen la pena. 

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