El miércoles pasado la gente de Aiesec y yo
pospusimos un paseo y me quedé sin plan para fin de semana. Por dicha, aquí
todo sale medio improvisado. Nicki y Daniela me invitaron a ir con ellas a
Sumatra, así que compré el tiquete el mismo día y el viernes nos fuimos para
allá.
Volamos a Medan, una ciudad en el norte de la
isla. Ahí nuestro guía nos estaba esperando para llevarnos a Bukit Lawang, un
pueblo a tres horas del aeropuerto, recomendado por mi Lonely Planet para ver
orangutanes.
Thomas, nuestro guía, nos explicó que la
palabra “orangután” está en bahasa, y la traducción literal es “la gente del
bosque”. Son de la selva de Sumatra y de Borneo, están en peligro de extinción
y en el mundo solo se pueden ver aquí.
De camino pasamos unos restaurantes que
decían “BBQ B1/B2” y nos explicó
que B1 significa perro y B2 cerdo. Los musulmanes tiene prohibido comerlos,
pero él es cristiano, así que come de vez en cuando… Ninguna de las tres supo
como reaccionar y solo nos volvimos a ver con cara de asco y shock y creo que
él se dio cuenta, porque agregó que solo se comen “los perros feos”….
Bukit Lawang es un pueblito pequeño a la
orilla de un río. No se puede llegar hasta el final en carro, tuvimos que
caminar y pasar por puentes colgantes para llegar a nuestro hotel, y el único
sonido que hay es el del agua. Cambio enorme viniendo de Depok. Lo mejor de
todo fueron los precios, en total por las tres, los tres días con hospedaje y
todas las comidas pagamos $70.
El sábado a las 7 de la mañana salimos hacia
la montaña con Thomas y Rainbow, otro guía. Ahí tienen un centro de
rehabilitación de orangutanes, así que algunos aunque son libres y salvajes,
están acostumbrados al contacto humano y son bastante amigables. Nos
advirtieron que era posible no verlos del todo, todo es cuestión de suerte, y
que nos preparamos para el calor, la lluvia y muchos mosquitos.
Tres horas después nos topamos con una, no me
la esperaba tan grande. Tenía un bebé y otro hijo un poquito mayor. Pudimos
darles de comer.
Después de eso nos topamos con Sandra, uno de
los orangutanes que fue liberado ahí por el centro de rehabilitación. Ella sabe
que los guías llevan frutas para ella en un bulto, así que apenas vio el mío,
trató de quitármelo. Fue muy vacilón, ella jalaba para un lado y yo para el otro,
hasta que Rainbow le ofreció una zanahoria y logramos recuperarlo.
Seguimos caminando y Thomas decidió ponerse
creativo. Nos desvió del sendero turístico, porque según él, era muy fácil, y
nos metió en la selva, literalmente. Llegó un punto donde estábamos escalando
la montaña agarrados de las raíces de los árboles. Daniela se cayó y decidimos
parar porque ya era demasiado.
Las chicas y Thomas, en nuestro merecido break
Ahí apareció otra orangután con un su bebé y
también pudimos acercarnos, e inmediatamente después apareció Jackie con su
hijo. Ella es famosa porque es extremadamente social, y según Thomas, no la
veían hace como cuatro meses. Apenas nos vio, se bajó del árbol y camino con
nosotros en el suelo pidiéndonos comida.
Jackie y familia
Se quedó con nosotros un rato, jugó con unos
palos y con su hijo, revolcándose en el suelo y después encontró un kleenex que
algún turista irresponsable dejó botado. Se limpió las manos con él, la cara y
el culo, y después lo botó.
Yo se que los orangutanes comparten casi todo
nuestro ADN, pero verlo fue impresionante, en serio nos parecemos un
montón.
El tour terminó en la orilla del río,
almorzamos ahí (Sumatra es famosa porque la comida es más picante que en el
resto de Indonesia, casi me muero) y nos devolvimos en una “balsa” por el río.
Ellos la usan todo el tiempo como transporte.
El fin de semana terminó bastante tranquilo y
llegué de vuelta a mi casa el domingo a media noche, agotada pero contenta. Estos
paseos son los que valen la pena.
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