Si algo he aprendido aquí es que los planes
pueden cambiar y que hay que estar abierto a la posibilidad que algo salga, muy
espontáneamente. El itinerario inicial decía que volaba a San José después de
Angkor Wat, pero no todos los días me invitan a Nepal...
Así que me despedí de Jess, de nuevo, y volé
a Kathmandu, para toparme con George. Esa es la gracia de ser viajero, conocer
gente que comparte los mismos intereses y poder toparnos en lugares nuevos.
Primero en Indonesia y ahora por aquí.
Me habían advertido de Kathmandu, que era
caótico, sucio, muy parecido a ciudades en India, que saliera de ahí lo más
rápido que pudiera. Cuando llegué, a las diez de la noche, la ciudad estaba sin
luz, primero porque no todas las calles tienen alambrado público, y después
porque Nepal entero tiene apagones de varias horas al día todos los días porque
no dan abasto con la electricidad. El sonido de generadores se escucha en todo
lado.
Las calles no son de asfalto, son de tierra e
imparejas, y como estamos en época lluviosa (cuando llueve, llueve en serio),
las calles son básicamente un barreal. El taxista se metió por calles donde el
carrito apenas cabía y de repente paró y me dijo “Ms! Flat tire!” y se bajó a
cambiar una llanta. Yo me reí, si esto me hubiera pasado llegando de Costa
Rica, me hubiera muerto, pero el shock cultural lo recibí hace meses.
Y si, Kathmandu es todo lo que me dijeron que
es, pero me encantó. Hay vacas en medio de la calle, las mujeres se visten con
saris, se pintan el punto en la frente con los polvos de colores, hay templos y
banderitas de deseos por todo lado, la comida es hindú y hay mucha influencia
del Tíbet, y todos saludan con “namasté”.
Pagodas
Además de turistear, fuimos a cenar un día con
Daniel, un fotógrafo amigo de la u de George, nepalí. Nos llevó a su casa, en
las afueras de la ciudad, y me llevé una sorpresa lindísima. Su familia tiene
un hogar para niños huérfanos o abandonados y su historia es increíble.
Su
abuela trabajó como misionera en Calcuta, amiga de la Madre Teresa, y terminó
en Nepal después de que se abrieron las fronteras para extranjeros. Básicamente
ellos introdujeron el catolicismo al país, de una manera muy respetable, tanto
así que su abuela fue la primera persona católica en el país en ser honrada con un
funeral hindú al que asistieron miles de personas.
Hablando de religiones le comenté a Daniel que yo me
sentía dichosa de haber estado una vez en una charla con el Dalai Lama y él
muy naturalmente me respondió que lo conocen personalmente, a la Madre Teresa
también la conoció…. Yo sin palabras.
Pero bueno, volviendo al hogar, el lugar es lindísimo.
Acaban de pintar los cuartos con colores locos, escogidos y pintados por los
chicos, tienen una huerta donde cada uno está encargado de un pedacito y tienen
varios perros que andan sueltos jugando por ahí.
Me tocó sentarme a cenar con las chicas, y
los hombres con los hombres. Los más pequeños son solo abrazos con Daniel. Las
mayores me estuvieron contando que están estudiando en el colegio y estuvimos
hablando de posibles carreras de la u. Hay una que quiere ser aeromoza para ver
el mundo, pero dice que va a estudiar francés y español primero porque así con
3 idiomas además del Nepalí, es más fácil (me estaba hablando en perfecto
inglés).
Terminamos la noche hablando un ratito con
sus papás, escuchando historias, creo que yo simplemente estaba impresionada
con la dedicación de esta familia a causas como estas, haciéndolo con el amor
que se ve que le tienen.
Les dejo el link de la fundación por si se
quieren meter a ver... Mendies Haven.
Después de esto cambiamos de modo. Nos equipamos
con cosas impermeables y nos fuimos a Pokhara, una ciudad al pie de Los
Himalayas, para comenzar un trek de 7 días por la zona de Annapurna, uno de los
picos de más de 8 mil metros que tiene Nepal, con un guía local al cual le
tengo mucho cariño.
Les presento a Dorje, un sherpa que ha subido
9 veces al Everest y otro montón de picos como si nada, con 40 kilos en la
espalda y de fiesta, repartiendo shots de arak a todos los que suben con él.
Los sherpas, para los que no saben (yo
tampoco sabía muy bien) es una etnia nepalí, hay muchas. El arak es un guaro
artesanal hecho de arroz, que tenían también en Indonesia, y calculamos con lo
que nos dijeron que tiene como 30% de alcohol.
Puedo decir que esos 7 días fueron los 7 días
más desafiantes físicamente de todo mi viaje (porque he estado de vaga y
comiendo puro arroz, yo se). Caminamos cinco de esos días por media montaña,
hicimos como 80 km en total y lo más alto que subimos fue a 3400 m.
El segundo día fue el más largo, subimos mil
metros, fueron siete horas de subir solo gradas, al final yo ya no sentía mis
piernas, pero el cuarto fue mentalmente agotador. Estábamos caminando siguiendo
el cauce de un río y nos cayó un aguacero enorme encima toda la tarde, fue
terrible. Llegó un punto donde ya no había manera de evitar los charcos porque
ya no eran charcos, era una río, así que todos los pies estaban sumergidos y
llevábamos sombrilla que no servía de nada porque yo parecía salida de una
piscina. Mis zapatos estaban llenos de sangre por las sanguijuelas en mis pies
y la última subida de gradas se complicó cuando un pedacito del río se desvió
en nuestro camino y estábamos básicamente subiendo el río. Paramos debajo de
una piedra gigante a escurrir las cosas y a que el mae que me llevaba el bulto
me ayudara con las sanguijuelas. Son de esas situaciones que uno no sabe si
llorar o reírse.
Clima...
Cuando llegamos al siguiente pueblito fue el
mejor momento del día. Pusimos todo a secar y nos sentamos horas en frente de
la calefacción (obvio la temperatura baja bastante en la noche), los hombres a
tomar arak y yo chocolate caliente con guaro, muy merecido.
Creemos que la meta de Dorje era
emborracharnos y emborracharse él con nosotros, muy contento, hubo un día que
le sirvió 9 tazas de arak a George. Al día siguiente el mae no funcionaba,
obviamente, más porque ya estábamos sintiendo la altura y caminamos 6 horas
así. De hecho ese fue el día que estábamos a 3400. Y Dorje como si nada, ese
hombre es como de mentiras, ni una gota de sudor.
La única crítica que tengo es el clima,
estuvo muy nublado todo el tiempo, pero bueno, ya sabíamos a lo que íbamos antes
de comenzar, por la época del año. Así que no nos tocaron vistas
espectaculares, pero habían días que a las seis de la mañana se despejaba un
poquito y corríamos a ver un par de picos nevados y volvían a taparse en cuestión
de minutos.
No hay fotos, pero lo que cuenta es que los
vimos. Igualmente, el paisaje en la montaña valió la pena, muchos ríos,
cataratas, y los pueblitos lindos, llenos de gallinas y burros con campanas que
suenan cuando suben y bajan gradas. Y las personas lindísima gente, las mujeres muy fuertes y chiquitos pequeñitos corriendo por todo
lado, pidiéndonos chocolates.
A la vuelta fuimos a cenar a la casa de
Dorje, con su familia, también muy linda. Su esposa tenía las manos pintadas
con henna y creo que le gusté porque me pidió un abrazo y una foto. Nos tenían
regalos, unas mantas budistas de buena suerte, otro alcohol artesanal y una
botella de vodka (yo había puesto la escusa de que no tomaba arak porque
prefería el vodka) que nos sirvió a punta de shots durante la cena.
Nos enseñó un montón de fotos de expediciones
que ha hecho, videos de él en la cima del Everest con europeos que lloran
cuando llegan arriba, y nos contó de su colección de piedritas, se lleva una
cada vez que sube. Ha subido por varias caras, del lado de China es más barato
porque el gobierno no permite helicópteros de rescate. Tiene fotos de cadáveres
en la zona de muerte, gente que trata de subir sin oxígeno o que se arriesga a
ir sola. Y nos contó de sus planes para el futuro, en noviembre sube otro pico de 6
mil metros y el próximo año otra vez a la cima del Everest, pero dice que va a
ser la última vez porque ya está muy viejo. Después de eso solo va a subir a
instalar los campamentos.
Mi último día en Kathmandu fuimos a ver
funerales, cremaciones hindúes en el templo de Pashupatinath. Creo que fue una
excelente manera de cerrar mi viaje, fue la experiencia más fuerte que viví de
todos estos meses.
El crematorio está a la orilla del río
Bagmati, tienen un montón de plataformas pequeñas una a la par de la otra donde
exponen a los muertos y dependiendo del nivel socioeconómico de la familia, así
decoran el espacio. La familia llora al muerto y luego lo llevan al río, a
lavarle los pies. Lo colocan después en la plataforma, lo envuelven en mantas
blancas, rojas y anaranjadas y le ponen collares de flores. Le ponen un
pedacito de madera prendido en la boca y así lo queman. Las cenizas después las
tiran al río, donde al mismo tiempo hay un montón de chiquitos nadando,
buscando monedas. El contraste es enorme, entre la muerte y el duelo y los
chicos felices a culo pelado jugando ahí mismo.
(métanse aquí si quieren ver más fotos).
Esto pasa todos los días, y es un lugar
público que siempre está lleno de locales y turistas que van a presenciar eso.
Es una escena impactante. Yo nunca había visto un muerto, y nunca había visto a
alguien quemarse. El dolor de la familia también es bastante chocante. Pero me
siento dichosa de poder haberlo visto, es una experiencia de casi que una vez en la vida.
Creo que no termino de describir como me
siento con respecto a este país, me dejó impactada en el buen sentido. Quiero volver.