Los últimos días allá se sintieron
bittersweet, como con nostalgia de no quererme ir. Y ahora que estoy de vuelta
en mi casa me sigo sintiendo igual, todavía no termino de procesar el viaje o
que ya se me acabó.
Estuve pensando de que manera terminar este
blog y lo único que puedo hacer es invitarlos a que viajen, es la manera más
increíble de aprender.
No se si yo hoy soy otra persona por estos
últimos meses pero pensando en todas las experiencias que viví, con toda la
gente que conocí, definitivamente se me abrieron los ojos a un montón de
posibilidades y realidades que jamás me imaginé que existían.
Estar expuesto a cosas que funcionan tan
diferente a occidente creo que solo puede ser positivo. Lo hacen crecer, porque
lo saca a uno de la burbuja, de esa zona de confort de la que hablé al puro
principio en el blog, y le enseña a uno a ser más tolerante, a entender porque
la gente es como es y a ver el mundo desde otras perspectivas que talvez no se
nos habían ocurrido. Yo terminé amando todas esas diferencias.
Y las relaciones que se construyen durante
momentos como estos son completamente diferentes, muy intensas. Uno comparte
experiencias que nadie más va a entender por más que uno lo explique, porque
nadie más lo vivió con uno, y solo nosotros sabemos como fue o como se sintió.
Tengo amigos nuevos que siento que son de toda la vida.
Así que mi recomendación es que si pueden
viajar, viajen. No hay que pensarlo tanto, vale la pena y es plata bien
invertida, es experiencia para la vida. Para mi, de las mejores experiencias
que uno puede llevarse.
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