jueves, 13 de junio de 2013

Hoi An y Hanoi

Después de 16 horas en bus nocturno hacia el norte (bus con camas, nos fue bastante bien), llegamos a nuestra tercera parada. Pero antes de comenzar con esto, quiero hacer un comentario sobre la forma de manejar en este país. En palabras muy sencillas de Andrea, “manejan para el orto”. Van a mil por hora y parece que los semáforos son solo una sugerencia, y las líneas en la calle que dividen las vías también. Con solo pitar, se dan el derecho de ir contravía hasta que tienen al otro camión de frente, y si pitan tres veces, los carros que vienen contra uno se quitan, no se como, pero no chocan.



Ahora si, Hoi An. Es una ciudad costera también, pequeña, llena de callecitas, muchos colores, árboles, flores y lamparitas. De noche se ve increíble. Y es famosa por las compras que se pueden hacer ahí, nos la habían súper recomendado. Hay millones de tiendas donde hacen todo a mano, desde carteras de cuero, zapatos, hasta trajes enteros de sastre. Todo lo pueden hacer a la medida y rapidísimo, de un día para el otro lo tienen listo. Nosotras nos volvimos locas al principio, pero porque estamos viajando con backpacks, nos tuvimos que contener, no tenemos campo.





Muchos, muchos zapatos




Aquí tuvimos un encuentro con una rata voladora que no se nos va a olvidar. Fuimos a comernos una pizza, básicamente tomate y queso, porque ya mucha gente nos había advertido que aquí se comen más de un millón de perros al año y de ahí todo para abajo.  Estábamos tratando de ir a lo seguro. Después de haber pedido la pizza, vimos una rata salir del jardín y entrar a una esquina del restaurante. Tratamos de cancelar la orden, pero como la mesera no hablaba nada nada de inglés, solo la trajo más rápido. Bueno, ya la pizza estaba ahí y medio que nos hicimos las locas con eso, no usamos ni platos ni cubiertos, comenzamos a comer. 

Al rato veo que entra otra rata, gigante, que escaló una silla y se subió a una mesa del otro lado, como si nada! El restaurante con luces prendidas y gente adentro! Y después voló al piso, en serio, fue un brinco gigante.Ya para este momento no estábamos comiendo obviamente, y yo estaba subida en la silla gritando en español... No me dio ni pena. Los meseros solo me tiraron el “sorry sorry” que usan, y sacaron un montón de abanicos, como si eso ayudara. Salimos corriendo de ahí.

Pero bueno, esto es cosa de todos los días aquí, en Boracay en Filipinas nos tocó esperar frente al aeropuerto en un restaurante infestado de ratas del tamaño de un gato (ahí no compramos absolutamente nada).

Aparte de eso, fueron un par de días bonitos, aprovechamos para ir a la playa (nada extraordinario) y para andar en bicicleta, aunque renuncié muy rápido a esto porque estabamos a 40 grados, literalmente. Estar al sol era una estupidez. Andrea chocó una moto con la bici por cierto y ahora anda con toda la rodilla golpeada. Ahí cambiamos las bicis por las motos, manejada por vietnamitas obviamente, creo que somos peligro al volante.



Preferimos ir a la playa de los locales, 
en Asia se meten al agua con ropa.




Vista nocturna de la ciudad








Volvimos a montarnos en el bus nocturno, otras 15 o 16 horas (Vietnam es como del largo de Centro América para que se den una idea), y llegamos a Hanoi, en el norte.

Nos estamos quedando en el Old Quarter, es una zona bonita, que todavía tiene el diseño del Hanoi viejo, de hace más de 100 años. Se nota que es la capital, hay mucho más movimiento, las calles son una locura, hay mucha gente vendiendo paquetes turísticos, aunque nos ha tocado gente más amigable que en las otras ciudades, las aceras no se usan para caminar sino que o son parqueo de motos o una extensión de las tiendas, hay muchos olores, tiene lagos y zonas verdes, hay mucha vida nocturna y se ven muchos turistas europeos, el francés se escucha mucho en la calle, los vietnamitas lo hablan (en un momento hace ni tanto Vietnam fue francés). Es la primera ciudad desde que salí de mi casa en Costa Rica que veo gente haciendo ejercicio.




Llegando al hostel




4 en 1 (nosotras hemos hecho 3 en 1)








Aquí turisteamos un par de días, vimos edificios y templos importantes y caminamos un montón. Nos topamos con unos amigos de Andrea también, que conoció en Camboya (mucha gente hace el mismo recorrido de Tailandia, Vietnam, Laos y Camboya), y fuimos a probar comida local. Nos sentaron en mesitas miniaturas que están en todo lado en las calles y nos hicieron un BBQ de carne y vegetales buenísimo (espero que haya sido vaca).



Templo de la literatura





Cena callejera



Ahí pude averiguar como funciona la cuestión con el perro porque parte de los chicos ya lo probaron. Al parecer, solo lo comen en restaurantes específicos, ponen la cabeza o la cola del perro en la ventana para que se pueda identificar, así como ponen los pedazos de las vacas en las ventanas de las carnicerías. Y lo comen para la buena suerte, especialmente el día del cumpleaños. Y es un irrespeto, si algún vietnamita lo invita a comer perro, decir que no. Ellos esperan a que uno se lo coma frente a ellos. Así que bueno, ya estoy más tranquila con que no me lo van a dar diciéndome que es pollo... y en el menú lo puedo encontrar como “cho”, para nunca pedirlo.  

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