Después de 16 horas en bus nocturno
hacia el norte (bus con camas, nos fue bastante bien), llegamos a
nuestra tercera parada. Pero antes de comenzar con esto, quiero hacer
un comentario sobre la forma de manejar en este país. En palabras
muy sencillas de Andrea, “manejan para el orto”. Van a mil por
hora y parece que los semáforos son solo una sugerencia, y las
líneas en la calle que dividen las vías también. Con solo pitar,
se dan el derecho de ir contravía hasta que tienen al otro camión
de frente, y si pitan tres veces, los carros que vienen contra uno se
quitan, no se como, pero no chocan.
Ahora si, Hoi An. Es una ciudad costera
también, pequeña, llena de callecitas, muchos colores, árboles,
flores y lamparitas. De noche se ve increíble. Y es famosa por las
compras que se pueden hacer ahí, nos la habían súper recomendado.
Hay millones de tiendas donde hacen todo a mano, desde carteras de
cuero, zapatos, hasta trajes enteros de sastre. Todo lo pueden hacer
a la medida y rapidísimo, de un día para el otro lo tienen listo.
Nosotras nos volvimos locas al principio, pero porque estamos
viajando con backpacks, nos tuvimos que contener, no tenemos campo.
Muchos, muchos zapatos
Aquí tuvimos un encuentro con una rata
voladora que no se nos va a olvidar. Fuimos a comernos una pizza,
básicamente tomate y queso, porque ya mucha gente nos había
advertido que aquí se comen más de un millón de perros al año y
de ahí todo para abajo. Estábamos tratando de ir a lo seguro.
Después de haber pedido la pizza, vimos una rata salir del jardín y
entrar a una esquina del restaurante. Tratamos de cancelar la orden,
pero como la mesera no hablaba nada nada de inglés, solo la trajo
más rápido. Bueno, ya la pizza estaba ahí y medio que nos hicimos
las locas con eso, no usamos ni platos ni cubiertos, comenzamos a
comer.
Al rato veo que entra otra rata, gigante, que escaló una silla y se subió a una mesa del otro lado, como si nada! El restaurante con luces prendidas y gente adentro! Y después voló al piso, en serio, fue un brinco gigante.Ya para este momento no estábamos comiendo obviamente, y yo estaba subida en la silla gritando en español... No me dio ni pena. Los meseros solo me tiraron el “sorry sorry” que usan, y sacaron un montón de abanicos, como si eso ayudara. Salimos corriendo de ahí.
Al rato veo que entra otra rata, gigante, que escaló una silla y se subió a una mesa del otro lado, como si nada! El restaurante con luces prendidas y gente adentro! Y después voló al piso, en serio, fue un brinco gigante.Ya para este momento no estábamos comiendo obviamente, y yo estaba subida en la silla gritando en español... No me dio ni pena. Los meseros solo me tiraron el “sorry sorry” que usan, y sacaron un montón de abanicos, como si eso ayudara. Salimos corriendo de ahí.
Pero bueno, esto es cosa de todos los
días aquí, en Boracay en Filipinas nos tocó esperar frente al
aeropuerto en un restaurante infestado de ratas del tamaño de un
gato (ahí no compramos absolutamente nada).
Aparte de eso, fueron un par de días
bonitos, aprovechamos para ir a la playa (nada extraordinario) y para
andar en bicicleta, aunque renuncié muy rápido a esto porque
estabamos a 40 grados, literalmente. Estar al sol era una estupidez.
Andrea chocó una moto con la bici por cierto y ahora anda con toda
la rodilla golpeada. Ahí cambiamos las bicis por las motos, manejada
por vietnamitas obviamente, creo que somos peligro al volante.
Preferimos ir a la playa de los locales,
en Asia se meten al agua con ropa.
Vista nocturna de la ciudad
Volvimos a montarnos en el bus
nocturno, otras 15 o 16 horas (Vietnam es como del largo de Centro
América para que se den una idea), y llegamos a Hanoi, en el norte.
Nos estamos quedando en el Old Quarter,
es una zona bonita, que todavía tiene el diseño del Hanoi viejo, de
hace más de 100 años. Se nota que es la capital, hay mucho más
movimiento, las calles son una locura, hay mucha gente vendiendo
paquetes turísticos, aunque nos ha tocado gente más amigable que en
las otras ciudades, las aceras no se usan para caminar sino que o son
parqueo de motos o una extensión de las tiendas, hay muchos olores,
tiene lagos y zonas verdes, hay mucha vida nocturna y se ven muchos
turistas europeos, el francés se escucha mucho en la calle, los
vietnamitas lo hablan (en un momento hace ni tanto Vietnam fue
francés). Es la primera ciudad desde que salí de mi casa en Costa
Rica que veo gente haciendo ejercicio.
Llegando al hostel
4 en 1 (nosotras hemos hecho 3 en 1)
Aquí turisteamos un par de días,
vimos edificios y templos importantes y caminamos un montón. Nos
topamos con unos amigos de Andrea también, que conoció en Camboya
(mucha gente hace el mismo recorrido de Tailandia, Vietnam, Laos y
Camboya), y fuimos a probar comida local. Nos sentaron en mesitas
miniaturas que están en todo lado en las calles y nos hicieron un
BBQ de carne y vegetales buenísimo (espero que haya sido vaca).
Templo de la literatura
Cena callejera
Ahí pude averiguar como funciona la
cuestión con el perro porque parte de los chicos ya lo probaron. Al
parecer, solo lo comen en restaurantes específicos, ponen la cabeza
o la cola del perro en la ventana para que se pueda identificar, así
como ponen los pedazos de las vacas en las ventanas de las
carnicerías. Y lo comen para la buena suerte, especialmente el día
del cumpleaños. Y es un irrespeto, si algún vietnamita lo invita a
comer perro, decir que no. Ellos esperan a que uno se lo coma frente
a ellos. Así que bueno, ya estoy más tranquila con que no me lo van
a dar diciéndome que es pollo... y en el menú lo puedo encontrar
como “cho”, para nunca pedirlo.
Te comiste a Spanky, no lo puedo creer hahahaha
ResponderBorrar